Estamos acostumbrados a ver en televisión y en prensa a deportistas profesionales pedaleando sobre una bicicleta llenos de cables o bien corriendo en un tapiz rodante, para valorar su condición física. En el otro extremo, oímos que nuestro médico nos recomienda nadar debido a problemas de espalda, que a nuestros abuelos y padres en el ambulatorio les recomiendan caminar, que a nuestro hermano le aconsejan incluir ejercicio físico en su estilo de vida, etc. Todas estas recomendaciones no llegan al nivel de necesidad de cada una de estas personas y está claro y demostrado que el deporte es beneficioso para la salud, pero aquí juega un papel muy importante la prescripción y adecuación de cada actividad física al tipo de persona que lo va a practicar. Pongamos un ejemplo muy sencillo, una persona con una condromalacia rotuliana (problemas en el cartílago interior de la rótula), acude a su médico y le recomienda que fortalezca la musculatura extensora de la rodilla (cuádriceps), y queda ahí la recomendación, pero quizás no le indique la pauta más importante de trabajo, y es que se deben evitar movimientos con cargas en el rango de 90º-120º de amplitud articular de la rodilla, ya que es aquí donde el cartílago sufre un mayor estrés y por lo tanto un mayor desgaste, por tanto este ejercicio está totalmente contraindicado si no se hace bien y conlleva el abandono de la práctica por la persona.
Por esto mismo, lanzo una serie de preguntas generales que deberíamos hacernos todas las personas que iniciamos un programa de ejercicio físico: ¿Cuál es la actividad física que más me conviene y se adapta a mis características?, ¿cuántas veces a la semana y cuánto tiempo cada vez?, ¿y la intensidad de la misma o la frecuencia cardiaca a la que debo trabajar?, ¿debo llegar hasta la extenuación o controlar yo mismo la intensidad?, ¿cómo puedo valorar las mejoras, evolución o progresión de lo que estoy haciendo?, ¿puedo acudir a un profesional académico cualificado que me prescriba y me indique cuáles son las actividades más beneficiosas para mi biotipo y postura?
Pues bien, lo ideal sería que recibiéramos por parte de un experto colegiado una valoración funcional, en la que nos realizan preguntas acerca de las enfermedades que hemos padecido, las enfermedades de la familia, las lesiones que hayamos podido tener, como nos alimentamos… y después de esto comienza el análisis de nuestro estado de salud. Para ello se toman un serie de medidas de nuestro cuerpo (cociente cintura/cadera, % de grasa corporal,IMC,..), nos observan las articulaciones (valorar la flexibilidad y movilidad articular en los grupos funcionales más importantes), se observa la pisada, la columna vertebral, nos analizan la postura, etc. Después se toman valores fisiológicos tales como la tensión arterial y el pulso en reposo. También realizamos una prueba de esfuerzo, donde se va a medir la potencia aeróbica máxima que tenemos, es decir nuestro consumo de oxígeno máximo, que se vincula a nuestro nivel de resistencia. Para medir este componente, existen varios métodos y se puede hacer corriendo, pedaleando, remando, etc, así como también con numerosos test indirectos de campo o laboratorio. Antes de la realización de la prueba nos colocan un pulsómetro, para medir el número de latidos de nuestro corazón y la intensidad de trabajo que está realizando. Gracias a la medición de la frecuencia cardiaca se consigue establecer una relación indirecta para la obtención del consumo de oxígeno máximo. El objetivo de valorar la potencia aeróbica máxima, es conseguir medir la máxima respuesta cardiovascular a la que llegaríamos haciendo ejercicio a intensidades máximas, que más tarde se tendrá en cuenta para la correcta prescripción de ejercicio cardiovascular. Una vez finalizada la prueba volvemos a medir la presión arterial para ver su comportamiento después del esfuerzo y descartar alguna posible patología cardiovascular.
Cuando hemos interpretado los resultados, explicamos cuál es el nivel de resistencia, cómo debe realizar la actividad física, incluyendo márgenes de trabajo y de frecuencia cardiaca, cuál es la mejor intensidad para mejorar su salud y cuál es el mejor ritmo para mejorar su condición física. Por otro lado, explicamos la importancia de realizar estiramientos antes y después del ejercicio, y la importancia de hidratarnos durante y después de la actividad final, para evitar la deriva cardiovascular y por lo consiguiente la disminución del rendimiento físico.
Una vez realizada esta valoración, ya tenemos toda la información necesaria para prescribir un programa de ejercicio físico exitoso y seguro, que consiga mejorar realmente las capacidades de cada persona, y que ayude a conseguir sus objetivos disfrutando con la práctica de actividad física, y haciéndoles saber que es muy importante volver a evaluar sus progresos y a reprogramar las intensidades y volúmenes de entrenamiento, adaptando el programa a su evolución.
Si quiere mejorar su salud, su rendimiento y su bienestar y entrenar con motivación, confíe en Coentrena.
Por esto mismo, lanzo una serie de preguntas generales que deberíamos hacernos todas las personas que iniciamos un programa de ejercicio físico: ¿Cuál es la actividad física que más me conviene y se adapta a mis características?, ¿cuántas veces a la semana y cuánto tiempo cada vez?, ¿y la intensidad de la misma o la frecuencia cardiaca a la que debo trabajar?, ¿debo llegar hasta la extenuación o controlar yo mismo la intensidad?, ¿cómo puedo valorar las mejoras, evolución o progresión de lo que estoy haciendo?, ¿puedo acudir a un profesional académico cualificado que me prescriba y me indique cuáles son las actividades más beneficiosas para mi biotipo y postura?
Pues bien, lo ideal sería que recibiéramos por parte de un experto colegiado una valoración funcional, en la que nos realizan preguntas acerca de las enfermedades que hemos padecido, las enfermedades de la familia, las lesiones que hayamos podido tener, como nos alimentamos… y después de esto comienza el análisis de nuestro estado de salud. Para ello se toman un serie de medidas de nuestro cuerpo (cociente cintura/cadera, % de grasa corporal,IMC,..), nos observan las articulaciones (valorar la flexibilidad y movilidad articular en los grupos funcionales más importantes), se observa la pisada, la columna vertebral, nos analizan la postura, etc. Después se toman valores fisiológicos tales como la tensión arterial y el pulso en reposo. También realizamos una prueba de esfuerzo, donde se va a medir la potencia aeróbica máxima que tenemos, es decir nuestro consumo de oxígeno máximo, que se vincula a nuestro nivel de resistencia. Para medir este componente, existen varios métodos y se puede hacer corriendo, pedaleando, remando, etc, así como también con numerosos test indirectos de campo o laboratorio. Antes de la realización de la prueba nos colocan un pulsómetro, para medir el número de latidos de nuestro corazón y la intensidad de trabajo que está realizando. Gracias a la medición de la frecuencia cardiaca se consigue establecer una relación indirecta para la obtención del consumo de oxígeno máximo. El objetivo de valorar la potencia aeróbica máxima, es conseguir medir la máxima respuesta cardiovascular a la que llegaríamos haciendo ejercicio a intensidades máximas, que más tarde se tendrá en cuenta para la correcta prescripción de ejercicio cardiovascular. Una vez finalizada la prueba volvemos a medir la presión arterial para ver su comportamiento después del esfuerzo y descartar alguna posible patología cardiovascular.
Cuando hemos interpretado los resultados, explicamos cuál es el nivel de resistencia, cómo debe realizar la actividad física, incluyendo márgenes de trabajo y de frecuencia cardiaca, cuál es la mejor intensidad para mejorar su salud y cuál es el mejor ritmo para mejorar su condición física. Por otro lado, explicamos la importancia de realizar estiramientos antes y después del ejercicio, y la importancia de hidratarnos durante y después de la actividad final, para evitar la deriva cardiovascular y por lo consiguiente la disminución del rendimiento físico.
Una vez realizada esta valoración, ya tenemos toda la información necesaria para prescribir un programa de ejercicio físico exitoso y seguro, que consiga mejorar realmente las capacidades de cada persona, y que ayude a conseguir sus objetivos disfrutando con la práctica de actividad física, y haciéndoles saber que es muy importante volver a evaluar sus progresos y a reprogramar las intensidades y volúmenes de entrenamiento, adaptando el programa a su evolución.
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