Actualmente, muchas personas piensan que al realizar ejercicio aerobio en ayuno se movilizan y se queman aún más los depósitos corporales de grasa. Esta afirmación no es del todo errónea pero explicada desde el punto de vista de la salud no es muy adecuada.
Nuestro organismo cuenta con unos depósitos de glucógeno (almacenados en hígado y músculos), de los cuáles se obtiene la glucosa, que es el principal combustible de los órganos vitales del cuerpo. En condiciones de ayuno, estos depósitos están mermados ya que durante el sueño siguen activos una serie de procesos y órganos que necesitan de este glucógeno para su funcionamiento. Sin embargo, los depósitos de grasa representan una gran reserva de energía, principalmente diseñados para satisfacer al organismo en estas situaciones de ayuno.
Para que la energía utilizada durante el entrenamiento en ayuno sea de las grasas, se debe entrenar a una intensidad del 40-45% de la frecuencia cardiaca, en otros términos, una persona de 40 años debería entrenar por debajo de 90 pulsaciones por minuto, para que así su organismo pudiera captar el suficiente oxígeno y oxidar enteramente las moléculas de ácidos grasos, una intensidad demasiado baja para poder conseguir un consumo calórico efectivo.
En cuanto se produzca un aumento en la intensidad del entrenamiento, la energía empieza a obtenerse de la degradación del glucógeno en glucosa y de la glucosa sanguínea que el organismo tenga en ese mismo momento y al estar estos depósitos mermados se dan situaciones de hipoglucemia, fatiga, mareos…, y por lo tanto el rendimiento disminuye.
En base a esto, se puede decir que el ejercicio aerobio suave en ayuno es aceptable, pero no es conveniente abusar de este tipo de ejercicio ya que se produce una disminución de la masa muscular y se dan situaciones de hipoglucemia que no son nada saludables.
Nuestro organismo cuenta con unos depósitos de glucógeno (almacenados en hígado y músculos), de los cuáles se obtiene la glucosa, que es el principal combustible de los órganos vitales del cuerpo. En condiciones de ayuno, estos depósitos están mermados ya que durante el sueño siguen activos una serie de procesos y órganos que necesitan de este glucógeno para su funcionamiento. Sin embargo, los depósitos de grasa representan una gran reserva de energía, principalmente diseñados para satisfacer al organismo en estas situaciones de ayuno.
Para que la energía utilizada durante el entrenamiento en ayuno sea de las grasas, se debe entrenar a una intensidad del 40-45% de la frecuencia cardiaca, en otros términos, una persona de 40 años debería entrenar por debajo de 90 pulsaciones por minuto, para que así su organismo pudiera captar el suficiente oxígeno y oxidar enteramente las moléculas de ácidos grasos, una intensidad demasiado baja para poder conseguir un consumo calórico efectivo.
En cuanto se produzca un aumento en la intensidad del entrenamiento, la energía empieza a obtenerse de la degradación del glucógeno en glucosa y de la glucosa sanguínea que el organismo tenga en ese mismo momento y al estar estos depósitos mermados se dan situaciones de hipoglucemia, fatiga, mareos…, y por lo tanto el rendimiento disminuye.
En base a esto, se puede decir que el ejercicio aerobio suave en ayuno es aceptable, pero no es conveniente abusar de este tipo de ejercicio ya que se produce una disminución de la masa muscular y se dan situaciones de hipoglucemia que no son nada saludables.