El sobrepeso y la obesidad resultan de un desequilibrio entre la ingesta y el consumo de calorías. Podemos controlar de forma adecuada este desequilibrio gracias al seguimiento de una dieta equilibrada y ejercicio. Si pretendemos disminuir nuestro peso corporal sólo por dieta, el régimen estimulará nuestro apetito, apareciendo una sensación de hambre mayor y disminuirá nuestro metabolismo basal a consecuencia de una menor ingesta de calorías. Por lo tanto, llevar únicamente un régimen, disminuye el consumo de calorías por parte de nuestro metabolismo basal, siendo contraproducente.
Está científicamente demostrado que una combinación de dieta sana y actividad física es lo más efectivo para perder peso y mantenerlo. Si incrementamos el consumo de calorías en 500 kcal por día (equivalente a correr más o menos 6,5 kilómetros) y reducimos la ingesta en 500 calorías al día (una hamburguesa con queso fundido), resultaría en una pérdida de peso aproximada de un kilo por semana.
En nuestra dieta debemos tener siempre presente el dicho “moderación es todo”. Está demostrado que tomar grandes cantidades de azúcares, alimentos procesados, alcohol y cafeína se relacionada con una salud mermada, con modelos de energía vital irregulares y una menor resistencia a enfermedades y al estrés.
Rippiere (1989) describe en su texto una multitud de problemas emocionales y mentales asociados a deficiencias nutricionales, alergias a alimentos, adicciones, e ingesta de cafeína. Explica que es inútil aconsejar a un individuo un entrenamiento de relajación si presenta una ingesta superior a 1 gramo por día de cafeína, a través del café, del té, del chocolate y de la cola. Su conclusión es que, en la mayoría de personas, sus hábitos alimentarios son el fiel reflejo de su peso y su nivel de salud.
En la sociedad actual priman los cánones de belleza y de culto al cuerpo, que nos llevan a fijar objetivos totalmente irreales. Al fijar estos objetivos y no llegar a su cumplimiento caemos en el abandono del ejercicio físico y de la buena alimentación porque vemos que no da resultado. La solución es que debemos conocernos ampliamente y saber qué resultados podremos conseguir y cuáles no, en términos de aspecto físico y sobre todo no caer en trastornos obsesivos que mermarán los beneficios que nos brinda la actividad física.
Lo que nosotros comemos tiene efectos en la capacidad de atención, memoria o estado de humor, además del aspecto saludable y vital que nos aporta una alimentación sana.
Existen estudios que han demostrado que una comida alta en carbohidratos y baja en proteínas induce a estar más relajado y reduce la agudeza mental, mientras que una alimentación baja en carbohidratos y alta en proteínas tiene el efecto contrario (Spring et al., 1982-83).
La hora y la regularidad en las comidas también son muy importantes. Una ingesta estable de azúcar en la sangre es esencial para poder responder a la tensión de forma positiva. Nuestro cerebro necesita un aporte constante y estable de glucosa para funcionar adecuadamente. El cuerpo humano utiliza de forma más efectiva los nutrientes realizando de cuatro a cinco comidas al día. Está demostrado que las personas que ingieren todas las calorías de forma abundante en la noche tiene una alta predisposición a elevar sus niveles de colesterol.
Existe una asociación entre niveles de estrés elevados y un nivel de colesterol alto en la sangre. El estudio de Dean Ornish demuestra que controlar el estrés ayuda a reducir los niveles de colesterol y disminuye las obstrucciones de los vasos sanguíneos. También recomienda un control de la presión arterial y llevar una dieta baja en grasas para evitar problemas de corazón. Su estudio demuestra que en una dieta en la que las grasas estén limitadas a menos del 10% de las calorías totales, combinada con actividades de control del estrés durante una hora al día, puede disminuir el avance de enfermedades en el corazón.
Otros investigadores (Kromhouf et al. 2002) de Holanda. Italia, Bélgica y España resumen el trabajo de la European Society of Cardiology, American Heart Association, y otros análisis internacionales, en las siguientes recomendaciones para la prevención de infartos, ataques cardiacos y otras patologías cardiovasculares:
- Controlar las calorías para mantener un buen peso (indicado por el índice de masa corporal por debajo de 25 kg/m2).
- Consumir menos del 10% de calorías de las grasas saturadas.
- Comer pescado azul por lo menos una vez por semana.
- Limitar el consumo de sal a menos de 6 gramos diarios.
Está científicamente demostrado que una combinación de dieta sana y actividad física es lo más efectivo para perder peso y mantenerlo. Si incrementamos el consumo de calorías en 500 kcal por día (equivalente a correr más o menos 6,5 kilómetros) y reducimos la ingesta en 500 calorías al día (una hamburguesa con queso fundido), resultaría en una pérdida de peso aproximada de un kilo por semana.
En nuestra dieta debemos tener siempre presente el dicho “moderación es todo”. Está demostrado que tomar grandes cantidades de azúcares, alimentos procesados, alcohol y cafeína se relacionada con una salud mermada, con modelos de energía vital irregulares y una menor resistencia a enfermedades y al estrés.
Rippiere (1989) describe en su texto una multitud de problemas emocionales y mentales asociados a deficiencias nutricionales, alergias a alimentos, adicciones, e ingesta de cafeína. Explica que es inútil aconsejar a un individuo un entrenamiento de relajación si presenta una ingesta superior a 1 gramo por día de cafeína, a través del café, del té, del chocolate y de la cola. Su conclusión es que, en la mayoría de personas, sus hábitos alimentarios son el fiel reflejo de su peso y su nivel de salud.
En la sociedad actual priman los cánones de belleza y de culto al cuerpo, que nos llevan a fijar objetivos totalmente irreales. Al fijar estos objetivos y no llegar a su cumplimiento caemos en el abandono del ejercicio físico y de la buena alimentación porque vemos que no da resultado. La solución es que debemos conocernos ampliamente y saber qué resultados podremos conseguir y cuáles no, en términos de aspecto físico y sobre todo no caer en trastornos obsesivos que mermarán los beneficios que nos brinda la actividad física.
Lo que nosotros comemos tiene efectos en la capacidad de atención, memoria o estado de humor, además del aspecto saludable y vital que nos aporta una alimentación sana.
Existen estudios que han demostrado que una comida alta en carbohidratos y baja en proteínas induce a estar más relajado y reduce la agudeza mental, mientras que una alimentación baja en carbohidratos y alta en proteínas tiene el efecto contrario (Spring et al., 1982-83).
La hora y la regularidad en las comidas también son muy importantes. Una ingesta estable de azúcar en la sangre es esencial para poder responder a la tensión de forma positiva. Nuestro cerebro necesita un aporte constante y estable de glucosa para funcionar adecuadamente. El cuerpo humano utiliza de forma más efectiva los nutrientes realizando de cuatro a cinco comidas al día. Está demostrado que las personas que ingieren todas las calorías de forma abundante en la noche tiene una alta predisposición a elevar sus niveles de colesterol.
Existe una asociación entre niveles de estrés elevados y un nivel de colesterol alto en la sangre. El estudio de Dean Ornish demuestra que controlar el estrés ayuda a reducir los niveles de colesterol y disminuye las obstrucciones de los vasos sanguíneos. También recomienda un control de la presión arterial y llevar una dieta baja en grasas para evitar problemas de corazón. Su estudio demuestra que en una dieta en la que las grasas estén limitadas a menos del 10% de las calorías totales, combinada con actividades de control del estrés durante una hora al día, puede disminuir el avance de enfermedades en el corazón.
Otros investigadores (Kromhouf et al. 2002) de Holanda. Italia, Bélgica y España resumen el trabajo de la European Society of Cardiology, American Heart Association, y otros análisis internacionales, en las siguientes recomendaciones para la prevención de infartos, ataques cardiacos y otras patologías cardiovasculares:
- Controlar las calorías para mantener un buen peso (indicado por el índice de masa corporal por debajo de 25 kg/m2).
- Consumir menos del 10% de calorías de las grasas saturadas.
- Comer pescado azul por lo menos una vez por semana.
- Limitar el consumo de sal a menos de 6 gramos diarios.