
Correr nunca había sido lo mío, me cansaba demasiado rápido y me frustraba ver cómo ocupaban más tiempo los preparativos que el entrenamiento. Empecé a encontrarle su aquel cuando intimé con una chica bellísima a la que acompañaba en sus carreras, compensando mi asfixia con lo que levanta el ánimo ver a aquellos opositores a bomberos jugándose una luxación de vértebra cuando giraban su mirada al cruzarse.
Entrenando con ella me di cuenta del error que cometía: si quieres llegar lejos corriendo mejor empieza lento…
Poco a poco el correr fue incorporándose en mi día a día, y transformando mi cuerpo y mente. Creció la confianza en mí mismo, sentía cómo mi cuerpo estaba pasando de pila de marca blanca a alcalina de las caras, lleno de energía y vigor.
De nuevo una mujer fue clave en el camino hacia el maratón. Y es que mi ex es un auténtico ángel, pero tenía un horrible despertar, espantoso, lo que hizo que mis entrenamientos dominicales fueran extendiéndose con el principal fin de volver a casa cuando la indómita fiera hubiera tenido su ración de cafeína y nicotina. Su ciclo irregular de sueño acabó por lanzarme al inhóspito mundo de correr un par de horas para asegurar el tiro, porque volver de entrenar y que no se hubiera levantado significaba arruinar fatídicamente la estrategia, la mañana y tener agujetas el lunes en vano.
Al poco llegaron las carreras populares. Compartir la experiencia con tantos y tantos runners, competir contra ti mismo y bajar las marcas, tener un objetivo claro para sacudir la pereza de entrenar, sentir carrera tras carrera que te vacías, que cada vez vas a más, los aplausos y ánimos de los espectadores…. eso engancha. Y mucho!
Tras un año sumando camisetas técnicas como para alicatar los pasillos del metro de Núñez de Balboa, llegó el momento de las Medias Maratones. Y con entrenamientos más metódicos, largos y continuos llegaron las lesiones: los dos tobillos cascaron, trocanteritis… Llegó un momento en el que tocó plantearse qué quería lograr con correr, porque si continuaba lesionándome todos los beneficios físicos y mentales habría que ponerles en una balanza y continuar con el yoga o empezar otra actividad menos lesiva parecía lo más sensato.
Entonces recordé una frase ampliamente repetida en el mundo espiritual, esta vez con directa aplicación al terrenal: El maestro aparece cuando el alumno está preparado.
Fue cuando Coentrena cambió mi forma de enfocar, entender y disfrutar de correr: La salud como sólido pilar sobre el que crecer, un equipo fantástico que te hace disfrutar de cada momento compartido, y un entrenador al que algún día le canonizamos de la excelente persona que es.
Así que con la confianza que me daba seguir el camino trazado por un entrenador intachable me lié la manta a la cabeza y di el paso: Donosti, a por tu maratón que voy!! Recuerdo que el primer mes lo comenté con todo el mundo: “¡¡Me he apuntado a un maratón!!”
El motivo no era otro que tejer una tupida red de recordatorios futuros que impidieran dar un paso atrás en el propósito, pues aún me parecía algo inalcanzable. Mis medias maratones finalizaban a las casi dos horas del pistoletazo y con el corazón haciendo más horas extra que un sindicalista japonés, como para volver a dar la vuelta otra vez!!
El proceso de cambio empezó gota a gota. Para ciertas cosas soy muy marcial, y si tengo un objetivo definido la mente se queda de lado, no hay más variables en la ecuación: si tocan series, a por las series. Si llueve, me jodo.
Con perspectiva he aprendido todos los mecanismos que tiene la pereza para plantarme batalla, y como combatirla hasta dejarla en ridículo. Este es uno de los grandes tesoros que me aportó entrenar un maratón.
A medida que quedaban pocas cuadrículas sin tachar en el calendario con todos los entrenos que tenía los 3 meses previos al maratón, las dudas y los nervios crecían.
El cuerpo estaba a puntito de amotinarse de tanto correr y empezó con avisos: gran ampolla en un pie, sobrecarga o principio de fascitis en el otro…
Las dudas empezaron a minar la fe: demasiados kms, ya verás como llueve y se me pone el cuerpo del revés, tres vueltas a un circuito es muy pesado psicológicamente…
Ahí tuve una ayuda increíble con el equipo Coentrena: Oscar asesorando y tranquilizando, y todo el equipo empujando y animando. Quien piense que correr es un deporte individual no ha entrenado con gente así.
Por fin llegó la fecha que llegué a recordar con mayor nitidez que mi cumpleaños. Compartí la experiencia acompañado por dos hermanos más que amigos, más de 20 años de aventuras juntos, y un reto a superar en las próximas 4 horas.
De la experiencia maratoniana me quedan sensaciones a nivel emocional más que a nivel físico. Creo que el proceso por el cual solo recuerdas lo positivo de una experiencia tiene mucho que decir a este respecto.
Lo que más destacaría y con más nitidez permanece es:
AGRADECIMIENTO:
La sensación más intensa y placentera que experimenté.
Primero hacia mí mismo, por todo el esfuerzo, dedicación y constancia, y hacia mi cuerpo por hacer que toda esta experiencia fuera posible.
Después hacia todos los que de una forma u otra han hecho esto posible y me han empujado a lograrlo, mis compañeros de viaje Rafa y Billy, Óscar y sus imprescindibles consejos y paciencia, y todos los que depositaron fe ciega en mí.
También hacia todos los que permanecían en las calles animando a aquellos pobres diablos que más que correr se arrastraban hacia una meta cada vez más cercana.
HÉROE POR UN DIA:
Sé que esto viene más vinculado con el tema del ego que otra cosa, pero no deja de ser potente y enormemente placentero. El momento álgido del maratón fue en el km treinta y tantos; al doblar una esquina había unas 200 personas en cuestión de 20 metros y como iba yo solo en ese momento empezaron a animarme exclusivamente a mí. Mis piernas eran columnas por entonces, estaba penando, pero todos esos ánimos me pusieron de nuevo erguido, con zancada amplia y lágrimas cada vez menos contenidas, brotando de una profunda emoción. Cuando les aplaudí yo a ellos y se vinieron encima con sus gritos y aplausos comprendí que solo por ese instante todo había merecido la pena. Quedará tatuado en mí.
INMENSA SENSACION DE FUERZA, DE INDESTRUCTIBILIDAD:
A partir del km 35 comprobé que los tiempos que estaba haciendo km tras km eran más o menos aceptables, que lograría llegar antes de las 4 horas al ritmo que iba y decidí entrar en armonía con el sufrimiento, como una especie de trance en el que el tiempo y la distancia fueran lo de menos. Fue como un pacto: Cuerpo, ya no te voy a exigir más hazañas, llévame a la meta y no te voy a dar ni un acelerón más.
En esos kms finales me acordé de todos los esfuerzos para llegar ahí, los miedos, las personas que me animáis, me apoyáis, confiáis en mí, y logré un estado de indestructibilidad en el que estoy convencido de que hubiera podido correr otros 5 o 10 kms más, de hecho cuando veía Anoeta acercándose me dio algo de pena que se acabara.
La cuestión es que al llegar las piernas se quedaron como palos y subir un escalón era algo más complicado aun que correr esos 5 kms extra!!!. Jejeje, no me extraña que a eso se le llame risa tonta, porque me miraba desde fuera y veía a un tipo extenuado que se las veía y deseaba para subir un escalón y no paraba de descojonarse con el ridículo intento.
ENRIQUECIMIENTO PERSONAL:
Ahora sé que todo ha merecido la pena. Es mucho lo que se invierte en prepararlo, pero sin duda es mucho también lo que se aprende, sobre todo de uno mismo, y ese conocimiento no tiene precio. Ahora sé que los entrenos jodidos, con viento, lluvia y dolor son los que más fuerzas te dan cuando las necesitas. Ahora sé que mis límites son tenues. Ahora sé que todas las malas experiencias solo son malas si te quedas con lo negativo, pero pueden ser excelentes para seguir creciendo y fortaleciéndote. Y no solo hablo de correr.
Entrenando con ella me di cuenta del error que cometía: si quieres llegar lejos corriendo mejor empieza lento…
Poco a poco el correr fue incorporándose en mi día a día, y transformando mi cuerpo y mente. Creció la confianza en mí mismo, sentía cómo mi cuerpo estaba pasando de pila de marca blanca a alcalina de las caras, lleno de energía y vigor.
De nuevo una mujer fue clave en el camino hacia el maratón. Y es que mi ex es un auténtico ángel, pero tenía un horrible despertar, espantoso, lo que hizo que mis entrenamientos dominicales fueran extendiéndose con el principal fin de volver a casa cuando la indómita fiera hubiera tenido su ración de cafeína y nicotina. Su ciclo irregular de sueño acabó por lanzarme al inhóspito mundo de correr un par de horas para asegurar el tiro, porque volver de entrenar y que no se hubiera levantado significaba arruinar fatídicamente la estrategia, la mañana y tener agujetas el lunes en vano.
Al poco llegaron las carreras populares. Compartir la experiencia con tantos y tantos runners, competir contra ti mismo y bajar las marcas, tener un objetivo claro para sacudir la pereza de entrenar, sentir carrera tras carrera que te vacías, que cada vez vas a más, los aplausos y ánimos de los espectadores…. eso engancha. Y mucho!
Tras un año sumando camisetas técnicas como para alicatar los pasillos del metro de Núñez de Balboa, llegó el momento de las Medias Maratones. Y con entrenamientos más metódicos, largos y continuos llegaron las lesiones: los dos tobillos cascaron, trocanteritis… Llegó un momento en el que tocó plantearse qué quería lograr con correr, porque si continuaba lesionándome todos los beneficios físicos y mentales habría que ponerles en una balanza y continuar con el yoga o empezar otra actividad menos lesiva parecía lo más sensato.
Entonces recordé una frase ampliamente repetida en el mundo espiritual, esta vez con directa aplicación al terrenal: El maestro aparece cuando el alumno está preparado.
Fue cuando Coentrena cambió mi forma de enfocar, entender y disfrutar de correr: La salud como sólido pilar sobre el que crecer, un equipo fantástico que te hace disfrutar de cada momento compartido, y un entrenador al que algún día le canonizamos de la excelente persona que es.
Así que con la confianza que me daba seguir el camino trazado por un entrenador intachable me lié la manta a la cabeza y di el paso: Donosti, a por tu maratón que voy!! Recuerdo que el primer mes lo comenté con todo el mundo: “¡¡Me he apuntado a un maratón!!”
El motivo no era otro que tejer una tupida red de recordatorios futuros que impidieran dar un paso atrás en el propósito, pues aún me parecía algo inalcanzable. Mis medias maratones finalizaban a las casi dos horas del pistoletazo y con el corazón haciendo más horas extra que un sindicalista japonés, como para volver a dar la vuelta otra vez!!
El proceso de cambio empezó gota a gota. Para ciertas cosas soy muy marcial, y si tengo un objetivo definido la mente se queda de lado, no hay más variables en la ecuación: si tocan series, a por las series. Si llueve, me jodo.
Con perspectiva he aprendido todos los mecanismos que tiene la pereza para plantarme batalla, y como combatirla hasta dejarla en ridículo. Este es uno de los grandes tesoros que me aportó entrenar un maratón.
A medida que quedaban pocas cuadrículas sin tachar en el calendario con todos los entrenos que tenía los 3 meses previos al maratón, las dudas y los nervios crecían.
El cuerpo estaba a puntito de amotinarse de tanto correr y empezó con avisos: gran ampolla en un pie, sobrecarga o principio de fascitis en el otro…
Las dudas empezaron a minar la fe: demasiados kms, ya verás como llueve y se me pone el cuerpo del revés, tres vueltas a un circuito es muy pesado psicológicamente…
Ahí tuve una ayuda increíble con el equipo Coentrena: Oscar asesorando y tranquilizando, y todo el equipo empujando y animando. Quien piense que correr es un deporte individual no ha entrenado con gente así.
Por fin llegó la fecha que llegué a recordar con mayor nitidez que mi cumpleaños. Compartí la experiencia acompañado por dos hermanos más que amigos, más de 20 años de aventuras juntos, y un reto a superar en las próximas 4 horas.
De la experiencia maratoniana me quedan sensaciones a nivel emocional más que a nivel físico. Creo que el proceso por el cual solo recuerdas lo positivo de una experiencia tiene mucho que decir a este respecto.
Lo que más destacaría y con más nitidez permanece es:
AGRADECIMIENTO:
La sensación más intensa y placentera que experimenté.
Primero hacia mí mismo, por todo el esfuerzo, dedicación y constancia, y hacia mi cuerpo por hacer que toda esta experiencia fuera posible.
Después hacia todos los que de una forma u otra han hecho esto posible y me han empujado a lograrlo, mis compañeros de viaje Rafa y Billy, Óscar y sus imprescindibles consejos y paciencia, y todos los que depositaron fe ciega en mí.
También hacia todos los que permanecían en las calles animando a aquellos pobres diablos que más que correr se arrastraban hacia una meta cada vez más cercana.
HÉROE POR UN DIA:
Sé que esto viene más vinculado con el tema del ego que otra cosa, pero no deja de ser potente y enormemente placentero. El momento álgido del maratón fue en el km treinta y tantos; al doblar una esquina había unas 200 personas en cuestión de 20 metros y como iba yo solo en ese momento empezaron a animarme exclusivamente a mí. Mis piernas eran columnas por entonces, estaba penando, pero todos esos ánimos me pusieron de nuevo erguido, con zancada amplia y lágrimas cada vez menos contenidas, brotando de una profunda emoción. Cuando les aplaudí yo a ellos y se vinieron encima con sus gritos y aplausos comprendí que solo por ese instante todo había merecido la pena. Quedará tatuado en mí.
INMENSA SENSACION DE FUERZA, DE INDESTRUCTIBILIDAD:
A partir del km 35 comprobé que los tiempos que estaba haciendo km tras km eran más o menos aceptables, que lograría llegar antes de las 4 horas al ritmo que iba y decidí entrar en armonía con el sufrimiento, como una especie de trance en el que el tiempo y la distancia fueran lo de menos. Fue como un pacto: Cuerpo, ya no te voy a exigir más hazañas, llévame a la meta y no te voy a dar ni un acelerón más.
En esos kms finales me acordé de todos los esfuerzos para llegar ahí, los miedos, las personas que me animáis, me apoyáis, confiáis en mí, y logré un estado de indestructibilidad en el que estoy convencido de que hubiera podido correr otros 5 o 10 kms más, de hecho cuando veía Anoeta acercándose me dio algo de pena que se acabara.
La cuestión es que al llegar las piernas se quedaron como palos y subir un escalón era algo más complicado aun que correr esos 5 kms extra!!!. Jejeje, no me extraña que a eso se le llame risa tonta, porque me miraba desde fuera y veía a un tipo extenuado que se las veía y deseaba para subir un escalón y no paraba de descojonarse con el ridículo intento.
ENRIQUECIMIENTO PERSONAL:
Ahora sé que todo ha merecido la pena. Es mucho lo que se invierte en prepararlo, pero sin duda es mucho también lo que se aprende, sobre todo de uno mismo, y ese conocimiento no tiene precio. Ahora sé que los entrenos jodidos, con viento, lluvia y dolor son los que más fuerzas te dan cuando las necesitas. Ahora sé que mis límites son tenues. Ahora sé que todas las malas experiencias solo son malas si te quedas con lo negativo, pero pueden ser excelentes para seguir creciendo y fortaleciéndote. Y no solo hablo de correr.
Escrito por Carlos Benito.
Miembro de Coentrena Club de Corrredores y Salud.
Miembro de Coentrena Club de Corrredores y Salud.